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Prueba definitiva de la línea Kanzo Adventure

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Ultra ciclismo: un nicho que hemos visto desarrollar y crecer en los últimos años. El hecho de que las ultra carreras se ganen durmiendo lo menos posible fue precisamente lo que nos mantuvo alejados de estos eventos durante bastante tiempo. Hasta que apareció este nuevo niño en el bloque, llamado Gran Guanche...

El evento, que transcurre en 5 de las islas Canarias, en España, fue algo diferente. Durante la previa al evento, en los medios de comunicación, cada isla mostraba sus propias características y terreno. Obviamente, había que coger ferris para ir de una isla a otra. La diversidad de la ruta y las breves y características pausas fueron el impulso final que necesitábamos para anotar el Gran Guanche en nuestra lista de cosas pendientes.

Mientras fuimos conociendo mejor el evento a través de su sitio web, descubrimos más sobre el trayecto. Bicicleta recomendada para la edición «Trail»: «una bicicleta de grava de Monstercross con neumáticos de un mínimo de 2,1 pulgadas y un engranaje bajo».

«Bueno, bueno, bueno», pensamos mientras lo leíamos, y ese dato hizo saltar una chispa en nosotros. Un par de semanas antes de esta chispa, visitamos el departamento de Investigación y Desarrollo de Ridley, donde presenciamos el desarrollo de este tipo exacto de bicicleta.

La combinación era tan perfecta que no podíamos no sumarnos a esa desafiante carrera.

Lanzarote: 120 km, + 2450 m

El comienzo a las 10 p.m. y el ferri de las 6 a.m. suponían que arrancábamos con una gran carrera nocturna. Y es absolutamente brutal pedalear por esta increíble isla llena de lava y volcanes sin ver más que lo poco que alumbran tus faros. No teníamos ni idea de cómo sería montar en bici en mitad de la oscuridad y tampoco nos imaginábamos cómo reaccionaría nuestro cuerpo después de toda una noche sin dormir.

Comenzamos con unos 40 deportistas, la mayoría de ellos con bastante experiencia en locuras de este tipo. Sin duda, los consejos de última hora que nos fueron dando mientras aún íbamos sobre pavimento al poco de empezar la carrera fueron muy muy útiles: pedalear a buen ritmo, no dejar de comer e ir cogiendo todo el agua que pudiéramos. La ruta enseguida nos hizo desviarnos a la derecha, y ahí comenzó la primera de las muchas subidas sin asfaltar que teníamos por delante. El pelotón se deshizo y acabamos siendo un grupillo de cuatro. Playas de arena, campos de lava negros y rocosos, y montañas altas con descensos pronunciados. Aquello fue todo un reto, pero un reto genial.

Con la Vía Láctea brillando sobre nuestros cascos, a las 4 de la madrugada cogimos la última bajada. Y ese fue el momento realmente difícil. La falta de sueño y de energía dificultaron la concentración, pero conseguimos llegar de una pieza al puerto. Junto con Soufian y Josh, nos tomamos algo en un bar, intentamos echarnos una siesta para recargar energía, y nos dispusimos a comprar los tickets para el ferri.

Fuerteventura: 160 km, + 2600 m

Un ferri de 20 minutos, un espresso cuádruple y algún protector solar más tarde, ya estábamos más que listos para ir a por la segunda isla. En comparación con Lanzarote, que es la más volcánica y, por tanto, la más similar a Islandia, Fuenteventura era completamente diferent. Sus palmeras, sus altos acantilados, sus llanuras secas, sus desiertos rocosos y algunas secciones extremadamente remotas hicieron que aquello pareciera una mezcla entre Oriente Medio y el norte de África. Este entorno tan distinto nos dio una dosis extra de energía.

Con el mar a la derecha y un desierto montañoso a la izquierda, la ruta nos llevó hasta el sur. Aquel también fue el desierto en el que nos quedamos sin agua. Por lo tanto, el primer pueblo que pasamos (en torno ya al mediodía) fue como un regalo caído del cielo que disfrutamos al máximo. Nos sentamos en un restaurante junto al mar y disfrutamos de una paella gigante, refrescos y cafés. Y aquella descontrolada forma de comer nos pasó factura: las dos horas de sobremesa subiendo más y más montañas fueron terribles. Sin embargo, la larga y buena carretera de grava que nos llevó rodeando la costa nos devolvió la alegría.

Hacía calor, las subidas eran duras, teníamos que ir en bici y andando, y al final el sol se puso. Aún nos quedaban un par de horas, así que paramos a tomar unas patatas cocidas con sal para luego ya terminar la ruta en la más completa oscuridad. Mentalmente, esta parte fue bastante difícil: íbamos ya por la segunda noche sin dormir. Para darnos un premio, decidimos reservar un AirBnB en el puerto de Fuerteventura para dormir allí un poco antes de coger el ferri a la siguiente isla. Así que tras 28 horas sobre la bici y una vez recorridas las dos primeras islas, por fin pudimos disfrutar de unas tres o cuatro horas de sueño.

Gran Canaria: 140 km, + 3950 m

Cuando nosotros pensábamos que lo habíamos visto todo... llegó Gran Canaria. Pendientes de locura, tramos superestrechos y rocosos, pero también una de las mejores horas doradas de la historia, Loek no dudó en calificar con un 10 sobre 10 su jornada. Allí también descubrimos lo que la magia del sueño hace en el cuerpo humano. Nos bastó una brevísima noche para recuperar motivación y estar a tope para conquistar Gran Canaria.

Los primeros 70 km fueron de subida, pero luego durante la mayor parte de la segunda mitad solo fuimos bajando Queríamos darlo todo para conseguir llegar al último ferri de por la noche. Así que nos esforzamos y nos esforzamos (sobre la bici y junto a ella), para sacar, y cuanto antes, lo mejor de nosotros y conseguir la hazaña. No obstante, tras un día muy largo, y cuando aún nos quedaban 50 km, fuimos conscientes de que no seríamos capaces de llegar al puerto a tiempo. Nos sentó fatal tener que cambiar de planes, y todo fue aún peor cuando empezó a llover. Decidimos reservar un lugar para dormir, pero no lo logramos. Y decidimos pedir consejo al dueño del bar en el que estuvimos reponiendo fuerzas. Al margen de todo tipo de fritos, arriba teníamos una cama y una ducha. Con lo desesperados que estábamos, respondimos afirmativamente sin dudarlo y nos lanzamos a disfrutar de otra breve noche de poder dormir.

Tan solo cuatro o cinco horas después, volvimos a hacer nuestras bolsas y volvimos a pedalear por la preciosa carretera costera antes del amanecer. Llegamos con tiempo de sobra. Así, pudimos hacer alguna tarea de mantenimiento y reparación en nuestras bicicletas. El desviador necesitaba mimos después de varios minigolpes y tanta basura acumulada.

Tenerife: 170 km, + 4600 m

El día que sobre el papel ya parecía más intenso, en la realidad resultó serlo también. Aparte de por el kilometraje y las muchas subidas que tenía la isla, el cansancio acumulado empezó a pasarnos factura también (sobre todo lo de dormir tan poco). Y pareció como si el organizador de la carrera lo supiera, porque, por fortuna, la ruta empezó en una enorme carretera de subida bien pavimentada. Con lo duro que habia sido todo, aquello parecía un regalo.

Nuestro ánimo cambió algo cuando vimos que habíamos alcanzado la cima y echamos un vistazo a nuestro Wahoo. Tras dos horas sin parar de subir, nos dimos cuenta de que aquello no había hecho más que empezar. Dijimos adiós al asfalto, y nos adentramos en un camino boscoso que parecía no tener fin. Por segunda vez, Loek, sin apenas haber dormido nada, se encontraba en una situación mentalmente compleja. Y se planteó dormir algo para recuperar energía y dejar que Nol siguiera. Pero Nols supo encontrar las palabras exactas para motivarlo, y lo animó a seguir adelante para luego dormir más por la noche. En eso consiste el trabajo en equipo.

Desde arriba, rozando las nubes, contemplamos El Teide orgullosos. Las vistas fueron impresionantes y nos dieron el impulso mental que necesitábamos para recordarnos cuál era nuestro objetivo. Seguimos subiendo hacia un bosque tras la puesta de sol y conseguimos llegar cuando ya había anochecido del todo. Cuando lo único que ves es el faro que llevas delante, cuesta encontrar algo que te anime. La noche era tan clara que vimos algunas estrellas brillar con fuerza, pero había una brisa fresca. Nos abrigamos y nos pusimos todo lo que llevábamos, Loek se tomó unas cuantas pastillas de cafeína, y emprendimos la gran bajada. Tuvimos algunas alucinaciones debido al agotamiento y la falta de sueño, por lo que decidimos ir con calma para mantenernos a salvo.

Ya veíamos el hotel que habíamos reservado, por lo que pensábamos que estábamos casi allí. Pero de pronto la carretera se detuvo... Y nos vimos ante un camino en el que tuvimos que ir un rato a pie y otro en bicicleta, y terminamos perdidos en mitad de la noche y en medio de frío valle con un río que nos impedía el paso. Ni las aplicaciones de Wahoo y Komoot eran capaces de darnos la información que tanto necesitábamos entonces. Cuando ya nos planteábamos echarnos a dormir allí, casi hora y media después, encontramos el camino Y ahí fue la primera vez en que todos a la vez estábamos con el ánimo por los suelos, no teníamos a ningún otro Pigeon tirando de nosotros. Pero conseguimos seguir, sobrevivimos, llegamos al hotel, dormimos un par de horas y volvimos a salir antes del amanecer.

La Palma: 100 km - +4000 m (en lugar de 190 km, + 6450 m)

Ni comimos ni cenamos. Nos fuimos a la cama con hambre y nos despertamos con hambre. Y luego terminamos en la panadería de nuestros sueños: todo tipo de pasteles, zumo recién exprimido, café italiano y más y más pasteles. Nos pusimos las botas, y llegamos al ferri felices (y tupidos). Pero este ferri era diferente. ¡Estaba hasta atrás! Aquello estaba repleto de personal de respuesta ante emergencias, como bomberos, médicos... Al mirar por la ventana, descubrimos la razón: el volcán de la isla estaba erupcionando, y aquello estaba provocando algunos flujos peligrosos de lava. La ruta se acortaba, lo que significaba que «solo» teníamos por delante 100 kilómetros y una altura de 4000 metros.

¡La Palma fue, una vez más, completamente diferente! Arcilla roja, bosques que parecían selvas y paredes volcánicas negras. Ese día estábamos al 100 %, totalmente animados, y teníamos la certeza de que seríamos capaces de acabar el recorrido. Al igual que Frodo en el Señor de los Anillos, estábamos en una misión en mitad de un paisaje de locura. Hasta en la línea de meta se veían el volcán y la lava. Pero primero teníamos que sobrevivir a los ascensos que nos aguardaban durante el día y las bajadas que nos esperban de noche.

El final estaba cada vez más cerca. Lo sabíamos por el polvo volcánico suspendido en el aire, el brillo de la lava en mitad de la niebla y el intenso olor a sulfuro. Recogimos a Julien, otro compañero al que nos encontrábamos en cada ferri, y fuimos hasta el final juntos.

Tampoco estábamos acostumbrados a un final así. En primer lugar, no es el final de una carrera. Por eso no hay gente animando, ni música, ni carteles ni patrocinadores. Solo tu Wahoo te muestra el banderín de la meta Y en segundo lugar, la emoción y el ambientillo al terminar este objetivo a largo plazo no eran lo elevadísimos que deberían ser. La imagen del volcán, el cual veíamos claramente, y de la ciudad tan cerca de la lava nos dejó sin palabras. El sonido rugiente de la montaña, el viento, nuestras caras negras llenas de polvo... Todo ello, sumado, nos hizo ver que aquello era serio. La gente estaba perdiendo sus casas y nosotros estábamos ahí sobre una bici de carrera. Aquello nos hacía mirar todo con perspectiva, y tres de nosotros continuamos siendo testigos de cómo la naturaleza había desatado todo su poder en un silencio absoluto.

Tras unos 40 minutos largos, cogimos nuestras bicis y pedaleamos unos cuantos kilómetros hasta llegar al pequeño cobertizo quue habíamos reservado para pasar la noche. Y cuando cerramos la puerta a nuestras espaldas, literalmente se desató un infierno. Los rayos, el fuerte aguacero y los descomunales vientos hicieron que el organizador decidiera cancelar la carrera a partir de ese momento.

Y esto nos hizo sentirnos aún más orgullosos al echar la vista atrás al día siguiente. Habíamos planeado hacer la ruta completa en 5 días, pero conseguimos acabarla en 4 (y 1 hora). Recorrimos jardines rocosos, cruzamos islas completas por la noche, dormimos un total de 10-15 horas, y fuimos absolutamente autónomos. Ah, y también hicimos un vídeo, sacamos un sinfín de fotos y fuimos informando a nuestros amigos y familia a través de nuestras publicaciones de Instagram. Fue una locura, pero una locura sana.

Fatpigeon le encanta Adventure

Nos enamoramos del ciclismo de aventura adecuado y, lo que es más importante, nos enamoramos de esta máquina de aventura. Lo cierto es que la carrera fue más un evento de trail (MTB), pero Ridley consiguió proporcionarnos equipos aún mejores y más rápidos. Dejamos atrás a algunos ciclistas de montaña en los descensos más rápidos, y luego ellos trataron de alcanzarnos en las secciones más planas. Por lo tanto, comparada con una MTB, resulta mucho más rápida cuando el terreno se vuelve demasiado complicado para una bicicleta de grava. Y en comparación con una bicicleta para grava tradicional, esta nueva Kanzo Adventure proporciona mucho más confort (y, por lo tanto, velocidad) en los descensos y más confianza en los terrenos técnicos.

Aquella fue nuestra primera experiencia con una configuración de dinamo. Los cables perfectamente integrados permiten una instalación sin mantenimiento y sin complicaciones al instalar bolsas de bicicletas. Lo de no tener que preocuparte por las pilas de los faros ayuda a mantener la calma. Y para nosotros, lo de poder cargar la cámara al pedalear cambia, y mucho, las cosas. ¡Adiós, baterías externas!

Algunos de los bajos hicieron que los altos nos parecieran aún mayores. Sin duda, pedalear el Gran Guanche es algo realmente recomendable para los amantes de las aventuras. Esta ruta en esta bicicleta es el tipo exacto de aventura que alimenta nuestra adicción a la adrenalina. Y tampoco nos avergonzamos de ello.

Ridley ha traspasado los límites y ha llegado a un nuevo nivel con la Kanzo Adventure, y nosotros nos sentimos muy orgullosos de formar parte de ello. ¡Avanza al siguiente nivel de aventuras en grava!

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